Lectura del Santo Evangelio según San Lucas.
Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio.
Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad.
También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.
En aquella misma región unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.
De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.
El ángel les dijo:
«No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales acostado en un pesebre».
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo:
«Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres buena voluntad».
Palabra del Señor.
UN POCO DE HISTORIA
Cuando se hubieron cumplido los acontecimientos que debían preceder al advenimiento del Mesías, de acuerdo con los vaticinios de los antiguos profetas, Jesús llamado el Cristo, Hijo de Dios eterno, se encarnó en el seno de la Virgen María y, hecho hombre, nació de ella para la redención de la humanidad. Desde la caída de nuestros primeros padres, la sabia y misericordiosa providencia de Dios había dispuesto gradualmente todas las cosas para la realización de sus promesas y el cumplimiento del más grande de sus misterios: la encarnación de su divino Hijo.
Por aquel entonces, el Emperador Augusto emitió un decreto para llevar a cabo un censo en el cual todas las personas debían registrarse en un lugar determinado según sus respectivas provincias, ciudades y familias. Hasta Belén, cerca de la ciudad de Jerusalén, llegaron San José y la Virgen María procedentes de Nazaret, y estando allí, le llegó la hora de dar a luz de la Virgen, trayendo al mundo a su divino Hijo a quien envolvió en lienzos y lo recostó en la paja del pesebre.
Pero ¿quiénes eran aquella humilde pareja, con escasos recursos se dirigieron hacia esa ciudad del empadronamiento? Ellos son José y María. Acaban de contraer matrimonio. María está embarazada y espera a su Hijo, al Mesías, al Hijo de Dios.
Después de una larga travesía por el desierto, en la que solo cuentan con la escasa ayuda de un burro, llegan a Belén. María se encuentra a pocos días de dar a luz. Y allí, entonces, sucedió: María se puso de parto y rápidamente se tuvieron que poner a buscar un refugio en dónde pudiera nacer su hijo. Estaban desesperados, ya que nadie les ofrece un lugar. Los dueños de los hospedajes o bien no les quieren ofrecer una habitación por venir de Galilea o porque tienen el aforo completo. Finalmente, dieron con un señor que, aunque tenía llena la posada, les ofreció un establo. Allí es donde la Virgen da a luz a Jesús, el Mesías ¡El salvador había nacido!
Durante las primeras horas de vida, Jesús descansó en un pesebre envuelto por unos pañales. Estuvo arropado por sus padres y los pastores. Estos últimos recibieron la visita de un ángel que les dijo «¡No teman! Les tengo buenas nuevas. Hoy, en Belén, ha nacido Cristo el Señor. ¡Éste salvará al pueblo! Estará envuelto en telas y acostado en un pesebre». Por ello, según narra San Lucas, los pastores fueron los primeros en alabar y dar las gracias a Dios por la llegada del Mesías.
Probablemente, Jesús y María, pasaron muchos meses preparando la ropita del bebé, el sitio donde dormiría y todos los pequeños detalles que los padres preparan cuando llega un nuevo integrante a la familia.
No sabían entonces que la voluntad de Dios era otra, totalmente diferente, para ellos: de nuevo les pediría desprendimiento. El viaje a Belén fue una verdadera prueba debido al avanzado estado de la Virgen.
Un viaje de muchos días en burro no era fácil para ninguno de los dos, sin embargo, lo hicieron con mucho abandono en Dios.
Nosotros nos preguntamos a menudo y muchas veces incluso ponemos en duda el tratar de imitar este abandono cuando hay un cambio de planes, ¿estamos tan apegados a nuestros planes terrenales que no sabemos responder con un SI A DIOS, si nos pide otra cosa?
La historia tiene final feliz, y en breve lo celebraremos. Sin embargo, vale la pena reflexionar sobre estos temas para tratar de estar más cerca de Dios, para imitar a la Virgen, que con cada caricia y con cada palabra a su vientre hacía oración.
Ojalá esta Navidad estemos tan cerca de Jesús como lo estuvieron María y José. Que sepamos hacer oración mimando a ese niño que vino al mundo para salvar a todas las almas.
Pero año tras año, vamos viendo como damos otros mensajes e imágenes para estos días tan señalados. Conmemoraciones, celebraciones y toda nuestra tradición, pierde o diluye todo su sentido, incluso en las diferentes felicitaciones.
Como creyentes, nos causa curiosidad y asombro el hecho de ir despojando poco a poco los símbolos y sentimientos de la más importante fiesta no solo del cristianismo. La hemos rodeado de elementos muy poco o nada cristianos, adornos luminosos sin contenido, con todos los mensajes de hacer costosos regalos, etc. Causa estremecimiento ver los contenidos en los elementos publicitados durante semanas, ahora ya meses, solamente para el logro de grandes beneficios económicos, con campañas comerciales ambiciosas pero que nada tiene que ver con el Espíritu del Mesías, ni con el Reino de Dios, como tampoco con la sana doctrina de nuestro Señor y Salvador, ni con la de sus apóstoles y la Iglesia.
Hemos dejado con curiosa e inmensa alegría, la entrada a nuestras tradiciones y costumbres de elementos y cosas totalmente ajenas a nuestras creencias, como “Santa Claus” o “papa Noel” y, por el contrario, nos olvidamos con total facilidad de Dios, del Niño Jesús, el Mesías, del cual debiéramos estar contentos y celebrando su nuevo nacimiento entre nosotros. Hemos apartado y alejado de nuestra tradición, poner nuestro «nacimiento» en nuestros hogares. Cantar villancicos. La adoración de los Magos de Oriente. Celebrar a la Sagrada Familia, etc. Vamos, que hemos dejado estas fechas vacías de contenido, que más bien parece una gran fiesta pagana en la que creyentes y no creyentes vemos la oportunidad de gastar grandes cantidades de dinero sin sentido, solo por gastar. Solo hay que darse cuenta en lo que se ha convertido; loterías, regalos, grandes comilonas, fiestas y viajes, vacaciones, etc.
No es por tanto muy extraño, que una fiesta como ahora la navidad, en el “cristianismo actual y tradicional” la hayamos derivado en costumbres idolátricas, con dejación y permisibilidad al mismo tiempo que anulación de raíces, tradiciones y costumbres nuestras, para dejar entrar otras que para nada nos debieran de servir ni conformarnos en ese “buenismo” tonto y pueril que nos hace también contribuir a ésta gran bola inhumana, dejándonos llevar por anuncios, comentarios y ensalzamiento general de la sociedad y políticos para sus propios interés, tanto de consumo, como publicidad, prensa, radio y T.V. e Internet
Muchas llamadas de atención en este mundo ya globalizado, mucho político dado a conducirnos y llevarnos a sus ideologías políticas, medioambiente, cambio de clima, inmigraciones, etc., cuando hay que recordar que en el mundo hay mucha necesidad. Que muchos millones de personas mueren de hambre y enfermedades, que hay muchos, muchos necesitados. Y no es necesario irnos a mirar lo aquí detallado a países lejanos de otros continentes. Los tenemos a nuestro lado, en nuestras calles, en nuestra ciudad, en nuestra sociedad, entre nuestros hermanos de piso, de edificio, de calle, de barrio, de parroquia, etc… En todos y cada uno de estos lugares, hay personas de la tercera edad completamente solas y muy necesitadas, hay personas totalmente desafortunadas en la vida y que nos necesitan.
Necesitan de todos y cada uno de nosotros.
Ahora más que nunca, debemos dejar de lado esos suntuosos gastos mal llamados de “navidad” y ofrecer cuanta ayuda podamos para cubrir las necesidades de nuestros hermanos en Cristo. Nos vendrá muy bien para nuestro propio bolsillo, para ayuda del prójimo, solidarizándonos con ellos y sobre todo para nuestra conciencia, pues estaremos volviendo y regresando a la verdadera NAVIDAD que Dios espera de todos nosotros.
No olvidemos lo que el Mesías dijo a unos invitados en una reunión a la que estaba asistiendo, aconsejándoles llamar a aquellos que no tenían esas necesidades cubiertas, contando con ellos para el banquete, dando de comer a los hambrientos, predicando así el Reino de Dios, estando seguros que, estaremos haciendo grandes tesoros en el Cielo
Del Evangelio de San Lucas 14:12-14
“Dijo también al que lo había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a vecinos ricos, no sea que ellos, a su vez, te vuelvan a convidar, y seas recompensado. Cuando hagas banquete, llama a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos; Y serás bienaventurado, porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justo.”
Volvamos a la verdadera NAVIDAD. Recordemos el nacimiento de Jesús, colocando en un rincón de nuestro hogar, el misterio. Tan solo hacen faltan las imágenes del niño Jesús, la Virgen María y San José; La Sagrada Familia. Colguemos de nuestras ventanas y balcones, esas maravillosas telas y plásticos llamadas “balconadas o balconeras” con las imágenes del Niño Jesús, la Sagrada Familia o la “Estrella Anunciadora”. Preparémonos para recibirlo y contribuyamos en aportar nuestro granito de arena en ello…
“Dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no encontraron sitio en el alojamiento.” (Lc. 2,7)
En un sólo versículo y con muy pocas palabras, el Evangelista Lucas narra el suceso más grande de la historia: el nacimiento de Jesús. Las palabras sobran. El acontecimiento habla por sí solo. Se han cumplido todas las esperanzas del pueblo de Israel. Dios se ha hecho hombre en medio de los hombres para que los hombres puedan llegar a Dios.
La Natividad del Señor es una fiesta de resonancia universal. Ya sólo el hecho de que todo el planeta se rija oficialmente por el calendario cristiano, que divide la Historia en antes y después del nacimiento de Jesucristo, indica la trascendencia que tienen estas fechas para la humanidad en general.
Alrededor de ellas ha surgido toda una cultura, que se manifiesta en dos estilos de celebración: el sagrado y el profano. El primero se centra en la fe, en el misterio de la Encarnación del Verbo y en los valores que de ella se derivan; por eso es, sobre todo, una fiesta de la familia (la familia humana debe estar imbuida del espíritu de la Sagrada Familia, que es, a su vez, espejo de la Familia Trinitaria). El otro estilo de celebración de la “navidad”, se ha apropiado de la festividad cristiana, fagocitándola, vaciándola de su sentido primigenio y transformándola en algo que nada tiene que ver con creer o no creer.
Los cristianos no celebramos fechas, celebramos hechos. Nosotros nos alegramos y celebramos el hecho de Aquel que no cabe en el universo quiso nacer de una virgen en este pequeño planeta del inmenso universo para reconciliar al hombre con su Creador.
Pero…. rescatemos la Navidad para Cristo y cantemos con los ángeles de Belén: «Gloria a Dios en las alturas y Paz en la tierra a los hombres que confían en El.»
El nacimiento de Jesús es motivo de importante e intensa celebración. El ángel dijo a los pastores: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”. El mismo ángel, catalogó el evento como “nuevas de gran gozo para todo el pueblo” y a raíz del alumbramiento, una multitud de ángeles alababan a Dios en clara actitud de celebración.
Pero ninguna otra fiesta, ha sufrido un proceso de secularización más que esta; todos celebran la Navidad, pero pocos saben por qué lo hacen.
Precisamente es la liturgia cristiana, con todo el conjunto de celebraciones de estos días, la que puede dar cumplida respuesta a tanto vacío moral.
Celebramos un cumpleaños que, ni tan siquiera nos acordarnos ni mencionamos al homenajeado. Utilizamos las fechas para disfrutar de tiempo y ocio, para disfrutar de unos días en la playa, en la montaña o en la estación de esquí.
Gastamos ingentes cantidades de dinero en obsequios y regalos no para el homenajeado, no. Lo gastamos para hacernos regalos a nosotros mismos incluso sin pararnos a pensar si realmente lo necesitamos. Algo que «choca» totalmente con la humildad y sencillez en las que, nació el titular de ésta fiesta
Habrá personas que no celebrará este nacimiento, y otras, que pongan en duda tanto la fecha como el año, criticando la celebración de la Navidad y en parte llevan razón. La sociedad actual ha llevado ésta celebración a los límites del paganismo. Todo se reduce a fiesta, comilonas, gasto desmesurado, regalos, etc., mientras hay muchas personas alrededor nuestro pasando muchas dificultades tanto económicas como personas que han llevado a desvirtuar estas fechas, días de amor, de paz y de hermandad.
Los Cristianos y el mundo entero debemos celebrar, no la Navidad, sino la Natividad de Cristo. . .¡Y por supuesto, todos los días! Lo importante no es la fecha, sino la conmemoración de un hecho trascendental: el nacimiento de Jesús Cristo, el Salvador, el Ungido, que vino como Cordero de Gloria para perdón de nuestros pecados, y para que todo aquél que crea en Él, no se pierda más y tenga vida eterna (Juan 3:16).
Dios prometió (Génesis 3:15) su “Herencia”, la que confirmó en Isaías 9:6 nombrándolo entre otros hermosísimos títulos, “Príncipe de Paz”, y realizándose miles de años después en el nacimiento de Cristo Jesús relatado en los evangelios, especialmente, en Mateo y Lucas.
Los hijos de Dios, somos sus herederos y coherederos con Cristo. Pero, ¿herederos y coherederos de qué? Bueno, si Cristo es considerado y llamado Príncipe, Su Padre es el Rey, y como tal, tiene un reino. Un reino de paz y justicia con gozo en el Espíritu Santo. Si Cristo es Príncipe de Paz, y la herencia de Dios para nosotros, también nosotros hemos heredado su reino. Y no para el futuro, para ahora mismo. Esto es precisamente, lo que debemos celebrar en la Navidad, la venida de ese Reino a través de la Natividad del Hijo de Dios, Príncipe de Paz, Él trajo la paz al mundo a través de la paz del perdón.
¿Pero es correcta la fecha y el año del nacimiento de Jesús?
Los primeros cristianos no parece que celebrasen su “cumpleaños”. Celebraban su “dies natalis”, el día de su entrada en la patria definitiva, como participación en la salvación obrada por Jesús al vencer a la muerte con su pasión gloriosa. Recuerdan con precisión el día de la glorificación de Jesús, el 14/15 de Nisán, pero no la fecha de su nacimiento, de la que nada nos dicen los datos evangélicos.
Hasta el siglo III no tenemos noticias sobre la fecha del nacimiento de Jesús. Los primeros testimonios de Padres y escritores eclesiásticos señalan diversas fechas. El primer testimonio indirecto de que la natividad de Cristo fuese el 25 de diciembre lo ofrece Sexto Julio Africano el año 221. La primera referencia directa de su celebración es la del calendario litúrgico “filocaliano” del año 354.
“Ian. natus Christus in Betleem Iudeae” que traducido dice: “El 25 de diciembre nació Cristo en Belén de Judea”. A partir del siglo IV los testimonios de este día como fecha del nacimiento de Cristo son comunes en la tradición occidental, mientras que en la oriental prevalece la fecha del 6 de enero.
Es posible que los cristianos vincularan la redención obrada por Cristo con su concepción, y ésta determinara la fecha del nacimiento.
Una explicación bastante difundida es que los cristianos optaron por ese día, porque a partir del año 274, el 25 de diciembre se celebraba en Roma el “dies natalis Solis invicti”, el día del nacimiento del Sol invicto, la victoria de la luz sobre la noche más larga del año. Esta explicación se apoya en que la liturgia de Navidad y los Padres de la época establecen un paralelismo entre el nacimiento de Jesucristo y expresiones bíblicas como «sol de justicia» (Ma 4,2) y «luz del mundo» (Jn 1,4ss.). Sin embargo, no hay pruebas de que esto fuera así y parece difícil imaginarse que los cristianos de aquel entonces quisieran adaptar fiestas paganas al calendario litúrgico, especialmente cuando acababan de experimentar la persecución. Es posible, no obstante, que con el transcurso del tiempo la fiesta cristiana fuera asimilando la fiesta pagana.
Otra explicación más plausible hace depender la fecha del nacimiento de Jesús de la fecha de su encarnación, que a su vez se relacionaba con la fecha de su muerte. En un tratado anónimo sobre solsticios y equinoccios se afirma que “nuestro Señor fue concebido el 8 de las kalendas de Abril en el mes de marzo (25 de marzo), que es el día de la pasión del Señor y de su concepción, pues fue concebido el mismo día que murió” (B. Botte, Les Origenes de la Noël et de l’Epiphanie, Louvain 1932, l. 230-33). En la tradición oriental, apoyándose en otro calendario, la pasión y la encarnación del Señor se celebraban el 6 de abril, fecha que concuerda con la celebración de la Navidad el 6 de enero.
La relación entre pasión y encarnación es una idea que está en consonancia con la mentalidad antigua y medieval, que admiraba la perfección del universo como un todo, donde las grandes intervenciones de Dios estaban vinculadas entre sí. Se trata de una concepción que también encuentra sus raíces en el judaísmo, donde creación y salvación se relacionaban con el mes de Nisán. El arte cristiano ha reflejado esta misma idea a lo largo de la historia al pintar en la Anunciación de la Virgen al niño Jesús descendiendo del cielo con una cruz. Así pues, es posible que los cristianos vincularan la redención obrada por Cristo con su concepción, y ésta determinara la fecha del nacimiento. “Lo más decisivo fue la relación existente entre la creación y la cruz, entre la creación y la concepción de Cristo” (J. Ratzinger, El espíritu de la liturgia, 131).
Actualmente, los más serios estudiosos y eruditos de la Biblia coinciden en que Jesús no nació el 25 de Diciembre como la tradición cristiana decimos. ¿Por qué? Es sencillo.
Porque los pastores tenían a sus rebaños fuera, en el campo, lo que implica que esto sucedió antes de Octubre. Y asimismo hay que tener en cuenta de que la razón del peregrinaje de José y su esposa embarazada, María, fue para ser censado. Ningún administrador romano que se respetara, hubiera requerido hacer un censo que implicara el viajar por Judea en la temporada en que ésta era intransitable.
¿Quién decidió entonces que Diciembre 25 fuera la fecha de nacimiento oficial de Jesús?
La primera mención del día 25 de diciembre registrada es la del Calendario de Filócalo quien asumió que el cumplimiento de Jesús fue el Viernes 25 de Diciembre del año primero de la Era Cristiana.
El 25 de Diciembre fue oficialmente proclamada por los padres de la iglesia en el año 440 DC, como un sincretismo entre la religión del entonces Imperio Romano y la tradición del día festivo de la Saturnalia, la que se observaba cerca del solsticio de invierno, que era una de las muchas tradiciones paganas heredadas del sacerdocio babilónico.
Entonces, ¿cuándo es exactamente cuando nace Jesús? A pesar de que la Biblia no identifica específicamente la fecha de nacimiento de nuestro Señor, muchos eruditos han desarrollado diversas opiniones, sobre cual pudiera ser la fecha más probable del nacimiento de Jesús.
El año del Nacimiento de Jesús.
Por el otro lado, el año en que Jesús nació es ampliamente aceptado como válido en el año 4 A.C., debido a las conclusiones erróneas derivadas de la datación que Josefo diera a un eclipse que se supone tuvo lugar en Marzo 13 A.C. “poco antes de la muerte de Herodes”. Hay varios problemas con esta aseveración además de que este eclipse con toda probabilidad tuvo lugar en Diciembre 29, año 1 A.C.
Esto es un considerable lapso de tiempo transcurrido entre el nacimiento de Jesús y la muerte de Herodes, dado que la familia escapó a Egipto huyendo del edicto de Herodes y no regresó sino después de la muerte de éste.
Pero hay más hechos: Tertuliano, nacido cerca del año 160 DC, declara que Augusto comenzó a gobernar 41 años antes del nacimiento de Jesús y que murió 15 años después de ese evento. Si Augusto murió el 19 de Agosto del año 14 D.C, hay que situar entonces el nacimiento de Jesús en el año 2 A.C. Además, igualmente Tertuliano hace notar que Jesús nació 28 años después de la muerte de Cleopatra, en el año 30 A.C, lo que es coincidente con la fecha del año 2 A.C.
Otro hecho es el de Irineo, que nació aproximadamente un siglo después de Jesús, y también comenta que el Señor nació en el año 41 del reinado de Augusto. Como Augusto inició su reinado en el otoño del año 43 A.C, esto también apoya al año 2 A.C como la fecha del nacimiento de Jesús.
Más hechos. Eusebio (264-340 D.C), el “Padre de la Historia de la Iglesia”, la describe en el año 24 del reinado de Augusto y el 28 a partir del sometimiento de Egipto a la muerte de Marco Antonio y Cleopatra. Para comprender esto, debemos tomar en cuenta que el año 42 del reinado de Augusto comienza a correr desde el otoño del año 2 A.C hasta el otoño del año 1 A.C. El sometimiento de Egipto por el Imperio Romano ocurrió en el otoño del año 30 D.C. Así, si el 28avo año se extiende del otoño del año 3 al otoño del año 2 A.C, la única fecha que se ajustaría a esto sería el otoño del año 2 A.C.
Juan el Bautista.
Otra forma de determinar la fecha del nacimiento de Jesús es obtenerla ó calcularla, de la información acerca de Juan el Bautista. Santa Isabel, la madre de Juan, era prima de María y la esposa de un sacerdote llamado Zacarías, quien era de la “clase” de Abías. Los sacerdotes eran divididos en 24 clases y cada clase o turno, oficiaba en el Templo por una semana, de Sabbat “el Sábado judío” a Sabbat.)
Cuando el Templo fue destruido por Tito el 5 de Agosto del año 70 D.C, la primera clase de sacerdotes acababa de comenzar su servicio. Y dado que el curso de Abías era el octavo, podemos rastrear hacia atrás y determinar que Zacarías terminó su servicio el 13 de Julio del año 3 A.C.
Si el nacimiento de Juan se efectuó 280 días después, debió haber sucedido entre el 19 y el 20 de Abril del año 2 A.C, precisamente para la Pascua de ese año. El nacimiento de Juan y el de Jesús estuvieron separados por 5 meses. Por lo tanto, de nuevo tenemos como resultado el otoño del año 2 D.C. como fecha probable del nacimiento del Divino Maestro. Más datos sobre ello se pueden sonsacar desde Juan el Bautista pues cuando inicia su misión, era el año 15 de César Tiberio. La edad mínima para un ministerio de este orden eran los 30 años. Sabiendo que Augusto murió el 19 de Agosto del año 14 D.C, entonces podemos aseverar que ese año ascendió al poder Tiberio.
Si Juan nació el 19 o 20 de Abril del año 2 A.C, su trigésimo cumpleaños debió haber sido el 19 o 20 de Abril del año 29 D.C, es decir, el año 15 de Tiberio. Esto parece confirmar por sí mismo, la fecha del 2 A.C y como Juan era mayor a Jesús por 5 meses, esto confirma también a otoño como la época del nacimiento de éste último.
El que Juan presentara a Jesús repetidamente como el “Cordero de Dios” resulta interesante dado que Juan fue nacido en la Pascua.
La fecha exacta del nacimiento.
Santa Isabel se recluyó por cinco meses y entonces el Arcangel Gabriel anuncia a María, tanto la condición de Isabel así como que María daría a luz un hijo que se llamaría Jesús. María fue “de prisa” a visitar a Isabel, quien se encontraba en ese momento en la primera semana de su 6o mes de embarazo, en la 4a semana de Diciembre del año 3 A.C. Si Jesús nació 280 días después, esto sitúa su nacimiento el 29 de septiembre, año 2 A.C.
Jesús no nació pues por todo lo descrito anteriormente el 25 de diciembre del año 1 antes de Cristo, como la lógica de nuestro calendario nos hace pensar. En realidad, todo parece indicar que lo hizo entre el 6 y el 4 A.C., siendo este último año el más probable y el más aceptado entre los historiadores.
Un análisis de los datos de los que se dispone debe comenzar por la lectura de los textos sagrados de la Biblia. En primer lugar, San Mateo dejó escrito: «Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarle. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él”. (Mateo, 2. 1-3).
Por su parte, San Lucas que al parecer recibió la información directamente de María, escribió: “Por aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, mandando empadronar a todo el mundo. Este fue el primer empadronamiento hecho por Cirino, que después fue gobernador de la Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a la ciudad de su estirpe. José, pues, como era de la casa y familia de David, vino desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea” (Lucas, 2. 1-8).
Si se presta atención y se otorga credibilidad a la información legada por los apóstoles, se llega a la conclusión de que Jesús nació durante el reinado de Herodes en Israel, mientras Cirino era gobernador de Siria. Además, en esas fechas se estaba realizando un censo de población por orden de Augusto César.
La pista de Herodes.
Los historiadores modernos dan por cierto que Herodes el Grande, rey de Judea, nació en el año 73 A.C. y murió después de un eclipse de Luna que pudo contemplarse desde Jericó, antes de la Pascua Judía. Se sabe que se produjo un eclipse de esas características en el mes de marzo del 4 A.C. Por lo tanto, Jesús nunca pudo nacer más tarde de esa fecha.
También San Mateo escribió que “Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos.” (Mateo, 2. 16)
Si de nuevo se concede credibilidad a la cita, los datos anteriores quedan parcialmente confirmados, puesto que Jesús no contaría más de dos años cuando Herodes ordenó la matanza, lo que conduce a situar la horquilla temporal entre los años 7 y 5 A.C.
Por otro lado, Augusto César ordenó realizar censos con carácter tributario en tres ocasiones durante sus cuatro décadas de gobierno, en los años 28 A.C., 8 A.C. y 14 D.C., respectivamente. Además, Cirino (Quirinius por su nombre romano) desempeñó cargos de responsabilidad desde los años 6 y 5 A.C., de manera que las pistas dejadas por San Lucas también limitan el tiempo entre el 8 A.C. y el 5 A.C.
El calendario de Dionisio.
El principal responsable del calendario que hoy utilizamos fue Dionisio el Exiguo, un monje y astrónomo del siglo VI D.C. Dionisio propuso al obispo Petronio sustituir el calendario romano, basado en los años transcurridos desde la fundación de Roma, por otro cristiano que tomara como origen el nacimiento de Jesús.
Para ello, se basó en una tabla en la que apareciesen los emperadores romanos, contando los años que habían gobernado cada uno de ellos. Aunque el método era correcto, el astrónomo se equivocó en dos cosas: primero, marcó el año del nacimiento de Jesucristo como el año 1 sin tener en cuenta el número cero.
Y segundo, no contabilizó los cuatro años que Augusto César había gobernado con su verdadero nombre, Octavio. Por consiguiente, se deduce una diferencia de cinco años. Así, y según nuestro actual calendario Jesús habría nacido el 5 A.C.
La fecha del 25 de diciembre.
Como se está diciendo, tampoco el día del año en el que se conmemora el nacimiento del Mesías, 25 de diciembre, parece que sea el correcto. Este día fue declarado oficialmente como el de la Navidad por el Papa Julio I en el siglo IV, concretamente en el año 350. La fecha no fue fruto del azar, sino del deseo de la Iglesia de apropiarse de la fiesta pagana que celebraba entonces el alargamiento del día frente a la noche invernal, la victoria de la luz sobre las tinieblas. Es por lo tanto, una fecha arbitraria.
Pero, entonces, ¿qué día pudo nacer Jesús en realidad? Resulta difícil de concretar, aunque San Lucas da alguna pista en su evangelio cuando dice que los pastores «dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño«. En Judea, los pastores y el ganado no podían pasar la noche al aire libre entre noviembre y febrero puesto que las bajas temperaturas lo impiden.
A principios de otoño.
Algunos historiadores como Mario Saban creen que Jesús pudo nacer a principios de otoño, puesto que el establo al que se refiere la Biblia como lugar de nacimiento de Jesús podría ser una deformación de la cabaña que cada familia judía debía construir y en la que tenía que pasar ocho días durante la festividad de Sukot, en recuerdo –según la Torá– de las cabañas que Dios hizo para su pueblo cuando salió de Egipto.
Los dos evangelistas antes mencionados sitúan los hechos en Belén. Mateo ubica a María y José en la aldea desde el principio, pero Lucas recurre al censo para justificar su mudanza desde Nazaret. La elección de Belén para el nacimiento de Jesús puede responder no a la realidad, sino a la necesidad de cumplir la profecía de Miqueas (5, 1-3): «Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel«.
Origen de la fecha del 25 de Diciembre: Desde el 221, los cristianos celebraban la Navidad en esta fecha.
Se ha dicho que la fecha del 25 de diciembre fue tomada de la fiesta pagana del sol. Según esta teoría, la Iglesia escogió ese día para suplantar la fiesta pagana en que se celebraba al sol, conocida como «dies natalis Solis invicti». Es cierto que, según el calendario juliano, utilizado en el imperio romano a partir del 45 A.D., el 25 de diciembre marca el día del solsticio de invierno (cuando comienza a alargarse la luz del día y reducirse la oscuridad).Sin embargo en ese día no se celebraba ninguna fiesta pagana hasta el 274 AD con el emperador Aurelio, es decir, más de cincuenta años después de que los cristianos celebrasen en ese día la Navidad. El culto al sol tenía poca importancia en Roma antes del 274 AD y no se celebraba el 25 de diciembre sino en agosto hasta ese año. De manera que parece ser que fue el emperador pagano Aurelio, conocido por su hostilidad al cristianismo, el que quiso suplantar la fiesta cristiana trasladando a ese día la fiesta pagana del sol.
Es cierto que la celebración de la Navidad en la ciudad de Roma está comprobada solo a partir del 336 AD. Pero aun en el caso en que la Iglesia hubiese querido remplazar la fiesta pagana, lo cierto es que la Navidad es una fiesta radicalmente distinta a las paganas y los cristianos no las confundían. El verdadero Sol que nace de lo alto no es el astro sino Jesucristo. El es «la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo». San Cipriano decía: «Él es el verdadero Sol» y San Agustín: «Él es el nuevo Sol».
La imprecisión de la fecha en ningún modo disminuye la importancia de celebrar el nacimiento de Jesús.
No cambia la realidad histórica y trascendental de que el Verbo Eterno se hizo hombre y habitó entre nosotros para salvarnos. Lo importante no es la fecha exacta del nacimiento de Jesús sino el hecho de que el Verbo verdaderamente se hizo hombre y habitó entre nosotros, naciendo de María Santísima en el tiempo y en la historia. Esa realidad es digna de la mayor de las celebraciones porque trae la salvación al mundo entero. Para celebrar unidos, es razonable que, al no saber a ciencia cierta el día natalicio de Jesús, la Iglesia haya escogido una fecha con la mayor aproximación de que era capaz cuando se hizo el calendario.
¿Que más da un día ú otro?.
¿Que más da un mes que otro?.
¿Que más da un año antes ó un año después?.
¿Si donde nació, fue pesebre, gruta o cabaña?.
¿Si había o no, buey y asno?
Muchas preguntas intranscendentes en el enunciado e intranscendentes en cualquier respuesta a dar
Lo importante para los CRISTIANOS, es celebrar la Navidad y celebrar el Gran jubileo de nuestra redención con todo el corazón porque celebramos a Jesucristo. Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es Señor del cosmos y también Señor de la historia, de la que es « el Alfa y la Omega », « el Principio y el Fin ». En El, el Padre ha dicho la palabra definitiva sobre el hombre y sobre la historia. Esto es lo que expresa sintéticamente la Carta a los Hebreos: « Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas: en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo » (1, 1-2).
FELIZ NATIVIDAD DEL SEÑOR FELICES PASCUAS