El viernes 14 de nisán está a punto de terminar y, al ponerse el Sol, empezará el sábado 15 de nisán.
Jesús ya está muerto, pero los ladrones que están a su lado todavía viven.
Según la Ley, un cadáver “no debe quedarse toda la noche en el madero”. Más bien, debe ser enterrado “ese mismo día”
Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo.
Habiendo expirado ya el Señor, José de Arimatea pidió a Poncio Pilato el cuerpo de Jesús. Éste, tras asegurase por medio de sus guardias de la muerte del reo, concedió que se hicieran cargo del cuerpo de Cristo, y como ya entraba la noche, había que darse prisa. Prepararon el descendimiento para bajarlo de la Cruz, José de Arimatea y Nicodemo, ambos discípulos de Jesús de Nazaret. Procedieron a desenclavar el cuerpo de Cristo.
Una vez el cuerpo de Cristo es desclavado y ayudándose de escaleras para poder realizar con rapidez y precisión dicha acción, suben unos lienzos a la Cruz para ayudarse a bajar el cuerpo.
El cuerpo muerto de Jesús, es bajado de la Cruz y depositado en los brazos de su afligida Madre, María, que le recibió con ternura y le estrechó contra su pecho traspasado de dolor.
Había que preparar el cuerpo para el posterior sepelio de Jesús, así que lo envolvieron desde las rodillas hasta la cintura con un lienzo.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los perfumes, según la costumbre que tienen los judíos de sepultar”
Así es como San Juan nos detalla en su evangelio cómo prepararon el cuerpo ya muerto de Jesucristo antes de introducirlo en el sepulcro, especificando con qué sustancias lo trataron, y qué cantidad utilizaron (cien libras equivale a 32,6 kilos). La operación debió ser rápida e incluso apresurada, porque se hacía de noche y comenzaba la Pascua, fiesta en que ningún judío podía entrar en contacto con un cadáver porque incurría en impureza legal.
En el relato análogo del descendimiento y sepultura de Jesús, los otros tres evangelistas no concretan tanto, diciendo simplemente: “María la Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron perfumes para ir a embalsamarlo” (Mc 16, 1); “las mujeres que lo habían seguido […] prepararon perfumes y ungüentos” (Lc 23,55-56).
El pasaje de Juan es interesante porque nos habla de qué productos utilizaban los judíos para tratar y/o embalsamar los cuerpos muertos. El verbo ‘preparar’ que utiliza Lucas parece apoyar la idea de ‘compuesto’ que indica Juan.
La mirra
Es una resina olorosa que la extraían de cierta clase de terebintos, que es la mejor según indica el Cantar de los Cantares (1,13; 5,13), o la obtenían haciendo incisiones en las ramas. Mezclada con aceite de oliva, daba lugar a un preciado aceite aromático que se utilizaba para perfumar al esposo (Cant 1,13), a la esposa (Cant 5,5), la cama (Prov 7,17), pero también para tratar los cadáveres. Este uso funerario de la palabra mirra es el que ha provocado en español dos palabras tan castizas como ‘esmirriado’ y ‘desmirriado’, que se aplican a aquellas personas delgadas, macilentas, raquíticas, es decir, las que tienen un aspecto casi cadavérico.
El áloe
Por su parte, es un jugo amargo que se extrae de varias plantas liliáceas de nombre áloe, de hojas largas y carnosas, y que era usado para perfumar vestidos, ropas de cama y también para los sudarios con un sentido funerario.