Nace María, la Madre de Dios

María, de la estirpe de Abrahán, nacida de la tribu de Judá y de la progenie del rey David, de la cual nació el Hijo de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo, para liberar a la humanidad de la antigua servidumbre del pecado, siendo sus padres Joaquín y Ana. La Virgen María fue la Madre de Jesús y, con este hecho, se cumplieron las Escrituras y todo lo dicho por los profetas. Dios escogió a esta mujer para ser la Madre de su Hijo.

 

 

 

La Iglesia celebra hoy, 8 de septiembre, la Natividad de la Santísima y Gloriosa Virgen María, de la descendencia de Abrahán, de la tribu de Judá, del real linaje de David y cuya vida incomparable, ilumina toda la Iglesia.

Persona importantísima, tan presente, tan cercana y queridísima en todas nuestras fiestas y patrona de la casi totalidad de pueblos y ciudades, que seguramente ni el Facebook, WhatsApp, Twitter ni tan siquiera nuestro móvil, nos recordará el cumpleaños de María «la Nazarena».

 

DIOS SE ESMERA EN ELEGIR A SU HIJA, ESPOSA Y MADRE. Y LA VIRGEN SANTA, LA MUY ALTA SEÑORA, LA CRIATURA MÁS AMADA POR DIOS, CONCEBIDA SIN PECADO ORIGINAL, VINO A NUESTRA TIERRA y CON SU NACIMIENTO SURGIÓ EN EL MUNDO LA AURORA DE LA SALVACIÓN

El Nuevo Testamento no dice nada del lugar ni de la fecha del nacimiento de la Virgen María. Tampoco de quienes eran sus padres, ni de las circunstancias de su nacimiento. Las referencias más antiguas se encuentran en los evangelios apócrifos.

En el Protoevangelio de Santiago, escrito en el siglo II, los padres de María se llaman Joaquín y Ana. Ana era estéril. Joaquín afligido por el rechazo social al no tener descendencia, se retira al desierto donde ayuna 40 días. Ana reza a Dios lamentándose de su infertilidad. Un ángel se presenta ante ella y le dice que concebirá y dará a luz. Enseguida el ángel le comunica la noticia a Joaquín.

Así el nacimiento de María se presenta como milagroso. Relatos análogos se encuentran en el Evangelio de la Natividad de María, en el pseudo-Mateo, y en el Evangelio armenio de la infancia.

 

 

Con ella se aproximó la hora de la salvación. Por esta razón debemos celebrar esta fiesta con alabanzas y acciones de gracias.

El nacimiento de la Virgen María tuvo privilegios únicos. Ella vino al mundo sin pecado original. María, la elegida para ser Madre de Dios, era pura, santa, con todas las gracias más preciosas. Tenía la gracia santificante, desde su concepción.

Después del pecado original de Adán y Eva, Dios había prometido enviar al mundo a otra mujer cuya descendencia aplastaría la cabeza de la serpiente. Al nacer la Virgen María comenzó a cumplirse la promesa.

La vida de la Virgen María nos enseña a alabar a Dios por las gracias que le otorgó y por las bendiciones que por Ella derramó sobre el mundo. Por ello, podemos encomendar nuestras necesidades a Ella.

La Iglesia recuerda el día del nacimiento de la Virgen María. A diferencia de lo que ocurre con el nacimiento de Juan Bautista, el evangelio no dice nada del nacimiento de Nuestra Señora. No da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.

Sin embargo, ya en el siglo V existía en Jerusalén el santuario mariano situado junto a los restos de la piscina Probática, o sea, de las ovejas. Debajo de la hermosa iglesia románica, levantada por los cruzados que aún existe, denominada Basílica de Santa Ana, se hallan los restos de una basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda que se ha considerado como la casa natal de la Virgen.

Esta tradición, fundada en apócrifos muy antiguos como el llamado Protoevangelio de Santiago (siglo II), se vincula con la convicción expresada por muchos autores acerca de que Joaquín, el padre de María, fuera propietario de rebaños de ovejas. Estos animales eran lavados en dicha piscina antes de ser ofrecidos en el templo.

 

La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición, en agosto. En Occidente fue introducida hacia el siglo VII La fiesta pasó a Roma y fue apoyada por el Papa Sergio I. Su fecha de celebración no tiene un origen claro, pero motivó que la fiesta de «La Inmaculada Concepción» se celebrara el 8 de diciembre (9 meses antes), y era celebrada con una procesión-letanía, que terminaba en la Basílica de Santa María la Mayor.

El Papa Pío X quitó esta celebración del grupo de las fiestas de precepto

Esta fiesta mariana tiene su origen en la dedicación de una iglesia en Jerusalén, pues la piedad cristiana siempre ha venerado a las personas y acontecimientos que han preparado el nacimiento de Jesús. María ocupa un lugar privilegiado, y su nacimiento es motivo de gozo profundo. En esta basílica, que había de convertirse en la iglesia de Santa Ana (siglo XII), San Juan Damasceno saludó a la Virgen niña: «Dios te salve, Probática, santuario divino de la Madre de Dios … ¡Dios te salve, María, dulcísima hija de Ana!».

El nacimiento de la Virgen María es celebrado como fiesta litúrgica en el santoral católico y en la mayoría de los santorales anglicanos, igual que por los cristianos sirios.

Esta fiesta, como la de la Asunción, tiene su origen en Jerusalén. Comenzó en el siglo V como la fiesta de la basílica «Sanctae Mariae ubi nata est», emplazada en el supuesto lugar donde nació María, actualmente la basílica de Santa Ana.

BASÍLICA DE SANTA ANA EN JERUSALÉN

La iglesia original se construyó sobre un lugar al lado de la piscina probática donde una tradición bizantina afirmaba estaba la casa donde nació la Virgen. La fiesta de la consagración de esta iglesia fue el 8 de septiembre. En el siglo VII, la fiesta se celebraba por los bizantinos y en Roma como la fiesta del nacimiento de la Bienaventurada Virgen María y celebrada desde el papado de Sergio I.

En el año 722, el Papa Gregorio II, instituyó la vigilia de la Natividad de nuestra Señora. En 1243 Inocencio IV instituyó la octava. La fiesta también se celebra por los cristianos sirios el 8 de septiembre y por la mayoría de las comunidades anglicanas.

Otras tradiciones localizan el nacimiento de María en Nazaret, Belén y Séforis (Galilea). El apócrifo del siglo IX Libro sobre la Natividad de María, atribuido falsamente a San Jerónimo afirma que María nació en Nazaret. Tesis también defendida por Epifanio el Monje

San Juan Crisóstomo y San Cirilo de Alejandría afirmaban que tanto la Virgen María como San José habían nacido en Belén.
Otra teoría afirma que nació en Séforis pues el emperador Constantino construyó una iglesia allí por ser el lugar donde vivían los padres de la Virgen.

Los mejores artistas de todos los tiempos han sabido representar con espiritual elegancia el misterio de la Natividad de María.

DIOS NO QUISO DECIRNOS NADA SOBRE EL NACIMIENTO DE MARÍA Y LO ACEPTAMOS CON HUMILDAD

 

LA CURIOSIDAD POR SABER

No se trata en esta fiesta del nacimiento de Jesús; tampoco hablamos de la Inmaculada Concepción de la Virgen; hablamos del nacimiento de la que habría de ser la Madre de Dios ocurrido nueve meses después. La Iglesia quiso destacar esta fiesta mariana, dentro de sus celebraciones, y la situó en el 8 de septiembre.

Los cristianos, enamorados, han mostrado siempre una curiosidad razonable a la hora de conocer detalles en torno al nacimiento de la Señora; han estudiado, investigado, escrito y predicado sobre su nacimiento; pero, como los datos aportados sobre santa María por los evangelistas son parcos porque lo que les interesa es transmitir los dichos y los hechos de Jesucristo, no se sabe nada de él.

Los santos indagaron sobre la Natividad de la Virgen: Epifanio, Juan Damasceno, Germán de Constantinopla, Anselmo, Eutimio, etc., y quieren abundar los teólogos medievales y los mariólogos posteriores. Pero, a falta de datos revelados, solo se llega a un «posible» por parecer verosímil.

El resultado de tanto esfuerzo es que Dios no quiso decirnos nada sobre la Natividad de la Señora. Y lo aceptamos con humildad.

LOS APOCRIFOS

Sí se puede hacer un paseo por los evangelios apócrifos, nunca oficiales y jamás reconocidos; son libros pletóricos de divagaciones e inexactitudes, llenos de figuras, amantes de lo maravilloso y plenos de imaginación. Acerca de la Natividad de María es conveniente el recurso al Evangelio de Santiago que fue el que consiguió entre los apócrifos mayor difusión.

 

HAN PREVALECIDO LOS NOMBRES DE SUS PADRES, JOAQUÍN Y ANA.

Sobre sus padres, está claro que algún nombre habían de tener; los que han prevalecido fueron los de Joaquín y Ana; pero no es seguro. Los apócrifos hablan de que eran estériles, de sangre real y muy ricos. Claro que todo esto, antes de concederlo, es buena cosa matizarlo.

¿Estériles?

Que fueran piadosos y santos parece que es bueno y justo concederlo por el modo habitual de obrar Dios. Pero la idea difundida de que eran ancianos y estériles carece de fundamento revelado y quizá se expuso para resaltar la maravillosa intervención divina al estilo de Isaac o del Bautista. Un asunto solo posible.

¿De sangre real?

Que Jesús es de la estirpe de David es cierto por el testimonio de los evangelios de verdad y porque en él se cumplieron las profecías. Pero la conexión con la familia real davídica de igual modo le pudo venir a Jesús por línea materna, como por el matrimonio verdadero de María con José, que era el padre legal de Jesús.

Desde luego, las genealogías a quien mencionan es a José; otra cosa es que se preste atención a la opinión que afirma la costumbre que tenían los jóvenes de contraer matrimonio con miembros de la misma tribu y hasta de la misma familia.

¿Tan ricos como para llegar a pagar el doble de los impuestos?

Parece que esta sugerencia contrasta con el hecho de la pobreza real sufrida en Belén al nacer Jesús donde no tuvieron ni un pariente, ni una casa. La riqueza que dejó David nueve siglos antes fue la promesa del Mesías, y el hecho de casarse María con un artesano parece contradecir la suposición de potentados a los padres de la Virgen.

Por este capítulo, parece que hay que afirmar que la supuesta riqueza de los padres de Joaquín y Ana más que una realidad, es un deseo. (A no ser que se sugiera de modo figurado otro tipo de riqueza: la sobrenatural.)

¿FUE HERMANA DE MARÍA, LA MUJER DE CLEOFÁS?

(María, la mujer de Cleofás)

Con respecto al resto de la FAMILIA, parece que el evangelista san Juan quiso dar algún dato en el que se apoyaron elocuentes predicadores y sabios escritores para afirmar que la Virgen tuvo una «hermana», la mujer de Cleofás.

Pero, a pesar de la claridad de la afirmación joánica,: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María, la Magdalena”. (Juan 19,25) no está tan claro el asunto de su parentesco con la Virgen.

Es cierto que la afirmación del evangelista puede interpretarse como que fuera hija de Joaquín y Ana, y entonces fuera hermana de sangre de la Virgen; pero ¿no resulta algo extraño que llevaran dos hijas el mismo nombre –María–, dentro de la misma familia?

También pudiera interpretarse el dato evangélico como hermana «política» y, en ese caso, Cleofás sería un hermano de sangre de María, hijo de Joaquín y de Ana, o también sería posible que Cleofás fuera hermano de José, o que ella misma lo fuera. O que haya que interpretarse el término “hermana”, simplemente como pariente. El resultado es: inseguridad.

¿CÓMO FUE CONCEBIDA MARÍA?

María fue concebida de modo natural y era la pregunta que se hacían muchos por aquello de que su concepción fue Inmaculada, es decir, sin el pecado original. A falta de otro dato, queda afirmar que fue concebida de modo natural, que es lo previsto, querido por Dios y hecho santificador en la vida de los esposos.

Atreverse a afirmar que fue concebida mediante «un ósculo de paz» responde a torcida y equivocada concepción del matrimonio, con resabios maniqueos.

Decir, afirmando, que nació «en altísimo éxtasis» de santa Ana no pasa de ser ficción y no tiene sentido asegurarlo como muy probable, aunque se haga con el intento de enseñar que fue parida sin dolor.

Los teólogos quisieron saber más. Pensaron –sesudos ellos– en asuntos profundos sobre la situación del alma de la Virgen cuando nació: ¿tuvo, o no tuvo, pleno uso de razón?, y ¿ciencia infusa?, y ¿plena libertad?, y ¿fue confirmada en gracia desde su nacimiento, o solo desde la Anunciación?

¡Sutilezas de enamorados ansiosos de saber más para amar mejor! Sí que es dogma –y por tanto verdad– que «llena de gracia» afirma plenitud: virtudes infusas, dones del Espíritu Santo, ausencia de pecado original, y tanta gracia que ni los ángeles, ni ningún santo llegó a poseer por estar en dependencia del amor a Dios y unión con Él.

¿DONDE NACIO?

Aún seguían preguntando los curiosos por el ubi, en el intento de conocer lo más posible sobre el nacimiento –Natividad– de la Madre de Dios: ¿Dónde nació? Los santos padres antiguos se inclinaban por Jerusalén, por aquello de que es la ciudad del Templo. Otros dijeron que Nazaret, el lugar de la Anunciación, donde vivió. Alguno habló de Séforis.

Sin saber lugar concreto, todos miramos a Oriente donde esa estrella nació y donde, probablemente, fue atendida por las mujeres vecinas y parientes que la lavaron en agua caliente, la frotaron con sal, la perfumaron con hierbas y la aseguraron con vendas según la usanza habitual, sin saber que el misterio les rondaba en aquella labor feliz y normal.

LA AURORA DE LA SALVACIÓN

(Nacimiento de María)

Muchos siglos habían pasado desde que Dios, en los umbrales del Paraíso, prometiera a nuestros primeros padres la llegada del Mesías. Cientos de años en los que la esperanza del pueblo de Israel, depositario de la promesa divina, se centraba en una doncella, del linaje de David, que concebirá y dará a luz un Hijo, a quien pondrá por nombre Enmanuel, que significa Dios con nosotros ( Is 7, 14).

Generación tras generación, los piadosos israelitas esperaban el nacimiento de la Madre del Mesías, aquella que ha de dar a luz .

A la vuelta del exilio en Babilonia, la expectación mesiánica se hizo más intensa en Israel. Una ola de emoción recorría aquella tierra en los años inmediatamente anteriores a la Era Cristiana. Muchas antiguas profecías parecían apuntar en esa dirección. Hombres y mujeres esperaban con ansia la llegada del Deseado de las naciones.

A uno de ellos, el anciano Simeón, el Espíritu Santo había revelado que no moriría hasta que sus ojos hubieran visto la realización de la promesa .Ana, una viuda de edad avanzada, suplicaba con ayunos y oraciones la redención de Israel. Los dos gozaron del inmenso privilegio de ver y tomar en sus brazos a Jesús niño.

Incluso en el mundo pagano —como afirman algunos relatos de la antigua Roma— no faltaban señales de que algo muy grande se estaba gestando. La misma pax romana , la paz universal proclamada por el emperador Octavio Augusto pocos años antes del nacimiento de Nuestro Señor, era un presagio de que el verdadero Príncipe de la paz estaba a punto de venir a la tierra. Los tiempos estaban maduros para recibir al Salvador.

Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos ( Gal 4, 4-5). Dios se esmera en elegir a su Hija, Esposa y Madre.

Nació en medio de un profundo silencio. Dicen que en otoño, cuando los campos duermen. Ninguno de sus contemporáneos cayó en la cuenta de lo que estaba sucediendo. Sólo los ángeles del cielo hicieron fiesta.

De las dos genealogías de Cristo que aparecen en los evangelios, la que recoge San Lucas es muy probablemente la de María. Sabemos que era de esclarecida estirpe, descendiente de David, como había señalado el profeta hablando del Mesías — saldrá un vástago de la cepa de Jesé y de sus raíces florecerá un retoño ( Is 11, 1)— y como confirma San Pablo cuando escribe a los Romanos acerca de Jesucristo, nacido del linaje de David según la carne ( Rm 1, 3).

Con razón la liturgia pone en labios de María unas frases del Antiguo Testamento: me establecí en Sión. En la ciudad amada me dio descanso, y en Jerusalén está mi potestad ( Sir 24, 15).

Hasta que nació María, la tierra estuvo a oscuras, envuelta en las tinieblas del pecado. Con su nacimiento surgió en el mundo la aurora de la salvación, como un presagio de la proximidad del día. Así lo reconoce la Iglesia en la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora: por tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anunciaste la alegría a todo el mundo: de ti nació el Sol de justicia, Cristo, Dios nuestro (Oficio de Laudes).
El mundo no lo supo entonces. Dormía la tierra.

Y la Virgen santa, la muy alta Señora,
la criatura más amada por Dios,
concebida sin pecado original, vino a nuestra tierra.

 

HASTA QUE DÉ A LUZ LA QUE DEBE DAR A LUZ

“Y tú, Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de gobernar Israel; sus orígenes son de antaño, de tiempos inmemoriales. Por eso los entregará hasta que dé a luz la que debe dar a luz, el resto de sus hermanos volverá junto con los hijos de Israel. Se mantendrá firme, pastoreará con la fuerza del Señor, con el dominio del nombre del Señor, su Dios; se instalarán, ya que el Señor se hará grande hasta el confín de la tierra. Él mimo será la paz”

ROMANOS 8, 28-30
A LOS QUE AMAN A DIOS TODO LES SIRVE PARA BIEN
“Sabemos que, a los que aman a Dios, todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó”.

SALMO 12: DESBORDO DE GOZO CON EL SEÑOR

 

SAN MATEO 1,18-23

“La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería difamarla, decidió repudiarle en privado.
Pero, apenas había tomada esta resolución, se la apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: “José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvara a su pueblo de sus pecados”.
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: “Mirad, la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: “Dios-con-nosotros”.

FELICITACIÓN-ALEGRÍA-IMITACIÓN

(Cuadro de Murillo)

Tres sentimientos llenan hoy nuestro corazón al contemplar el nacimiento de María:

¡FELICIDADES!

Es una fiesta de Familia. Hay que acercarse a felicitarla y, a felicitarnos todos con ella. Los viejos cristianos de Roma, siguiendo la costumbre de sus hermanos cristianos de Oriente, encendían antorchas, marchaban en procesión presididos por el papa, a la iglesia de Santa María la Mayor, mientras cantaban letanías suplicantes rebosando cariño y amor de hijos.

ALEGRÍA.

“Tu natividad, Virgen Madre de Dios, es anuncio de gozo para el universo mundo”, canta la Iglesia. Gozo para la tierra porque nuestra redención alborea. Pronto nacerá el Salvador. Clarea el día. Amanece.

También se alegran los cielos. Con María, la tierra empezó a parecer hermosa a los moradores del cielo. Es el gozo que sintió Dante al llegar al paraíso y detenerse a contemplar a María. “Vi en ella tanta alegría, escribe, que la derramaba a todos los santos espíritus creados para vivir en esas alturas”.

La liturgia nos invita a saltar de júbilo: “Se alegre tu Iglesia, Señor, y se goce en la natividad de la Virgen María, que fue para el mundo esperanza y aurora de salvación”..

 HIMNO A MARÍA

Hoy nace una clara estrella,
tan divina y celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo sol nace de ella.

 De Ana y de Joaquín, oriente
de aquella estrella divina,
sale luz clara y digna
de ser pura eternamente;
el alba más clara y bella
no le puede ser igual,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

No le iguala lumbre alguna
de cuantas bordan el cielo,
porque es el humilde suelo
de sus pies la blanca luna:
nace en el suelo tan bella
y con luz tan celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

Canten hoy, pues nacéis vos,
los ángeles, gran Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Canten hoy pues a ver vienen
nacida su Reina bella,
que el fruto que esperan de ella
es por quien la gracia tienen.

Digna, Señora de vos,
que habéis de ser su Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Pues de aquí a catorce años,
que en buena hora cumpláis,
verán el bien que nos dais,
remedio de tantos daños.

Canten y digan, por vos,
que desde hoy tienen Señora,
y ensáyense desde ahora,
para cuando venga Dios.

Y  nosotros que esperamos
que llegue pronto Belén,
preparemos también
el corazón y las manos.

Vete sembrando, Señora,
de paz nuestro corazón,
y ensayemos, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Gloria al Padre,

 y Gloria al Hijo,
Gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.

 Amén.

IMITACIÓN.

Alegría, confianza, en el nacimiento de la Virgen. Pero también imitación. María nace para Dios, vivirá sólo para él; nace para ser la esclava del Señor; ella es “la plena entrega de sí en su más alta y total generosidad” (Pío XII).

María nos congrega en el día de su cumpleaños y nos dice con palabras de los Proverbios: “Hijos, escuchadme. Felices los que siguen mis caminos. Dichoso el hombre que me escucha. Quien me alcanza, alcanza la vida” (Proverbios 8,32).

El amor hacia ella, nos hará vivir en esta fiesta lo que escribía San Bernardo a su amigo Guillermo de Saint-Thierry: “Tu carta me llegó en la mañana de la Natividad de la Virgen. Y el amor que siento por ella me absorbió de tal forma, que no me dejó lugar a pensar en otra cosa”

GRACIA Y PAZ

Es lo que pedimos en la oración colecta de la fiesta de hoy: Concede, oh Señor, a tus hijos el don de tu gracia, para que, cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María, consigamos aumento de paz en la fiesta de su Nacimiento.

  • Algo que no debemos olvidar.

– María vino al mundo sin pecado original y con la gracia santificante.
– La Virgen María fue escogida para ser la Madre de Dios.
– La Virgen María fue pura y santa.
– Al nacer la Virgen María se cumplió la promesa de Dios de que mandaría al mundo a una mujer de la que nacería el Salvador para    liberarnos del pecado.

  • Cómo vivir la fiesta en familia.– Llevar flores a la Virgen en alguna capilla, en señal de que la amamos y dando gracias a Dios por haberla creado y escogido para esa gran misión.

– Pedir a la Santísima Virgen María, para que nos consiga la gracia que más necesitemos en este momento de nuestra vida, como familia.

– Rezarle: María, en este día que festejamos tu nacimiento, te pido que me ayudes a estar siempre cerca de ti y de tu Hijo Jesús.

Oración

Concede, Señor, a tus hijos el don de tu gracia, para que, cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María, consigamos aumento de paz en la fiesta de su Nacimiento. Por nuestro Señor Jesucristo.


Amén.

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